viernes, 30 de diciembre de 2016

El mar solloza en silencio



Un pobre poeta que casi no existe,
de los que han quedado, como ayer dijiste,
aquí con sus llagas, que no olvida Dios,..
                                                                            
Cruz Salmeron Acosta


Detenido frente al puerto junto a
la esquizofrenia ,
el tiempo decanta en su tinaja.
 El casco histórico levanta sus bisagras
el pasado.
Se oye el  Manzanares a lo lejos
y el cumanés va en su andar,
en su rostro desprendido.
Las piedras iluminadas
llevan una flor
en la solapa por altamar,
y una luna discreta.
dejan ver la tez impresa, el sello,
el hilo que desciende y besa,
  arpegios
su íntimo bosquejo
 de una ciudad escrutada.
Mientras, el mar solloza  (Parte II)
 en silencio
lágrimas dulces,
balbucean el estribillo
del duende.
Festejan el peregrinaje
 de la noche,
las gaviotas,
alzan sus ojos y se deslizan
en manadas
hacia su antiguo refugio en pleamar.
Voces 
se hacen con nostalgias
y el caracol 
levanta espirales,
invocan
 al resonar oculto.
La dama de piel moscada
en la orilla tersa
oye,
en su corazón, 
el laberinto
antiguo.
El parto
de un adiós temprano,
increpa
 la embriaguez,
 y las estrellas íntimas
se persiguen
con la brújula

 del instinto hacia sus barcas.
Un canto inscrito
en la elipsis,
el País
irá lejos,
con sus cabezas entregadas
al antiguo encuentro.

El mar solloza dulce
en su melodía

La dama
enjuaga sus pies
y desnuda
bajo el embrujo
un suave aroma moja su tez.

Los pájaros  van elevados
con la mirada
ciega
a su latifundio.

El viento
los enhebra
como marionetas
entre selvas nubosas,
y el azul impasible
de los labios del sueño.

¿ Adónde estarán
los versos del peregrinaje tropical
y el amor  inmemorial ?

Silencios,
callan descubiertos,
abrasando  la espera.
Luis Gilberto Caraballo
Poemario inédito 2015

martes, 27 de diciembre de 2016

Preces del pescador



El mar sobresaltaba mi recogimiento,
socavando la tierra en el secreto de la noche. La brisa
desordenaba los médanos, cegando los arbustos de
litoral bajo, terminados en una flor extenuada.
 José Antonio Ramos Sucre

En tus manos alzan a la ciudad
en tus ojos
revisten espejados el columpio
hipnótico sus mares.
En tus brazos
     aparecen entregados
sembrar tu sed
En ese hondo respirar
se balancea en los amaneceres

En la mitad de una canción
redes y nasas excavadas del fondo.
En esa ventisca
afeita la luz en el rostro
En esa moneda
de cruz que lleva
bajo los pies descalzos
para cuando amanezca la bodega
del tiempo traiga casabe
y encienda el fogón.


En esa piel de tiempos indolentes
  raspa la sombra inquieta
En ese tremolar de voz
atenuada por un mirar de oleajes
En esa noche
introduce
en la garganta del mar sus faros
y en vigilia la luna blanquea
En ese vaivén de trabas,
retorcer del troquel y las quillas
en ese campanario habita el alma,
se recoge el olvido,
acampa la memoria en regocijo
del sembrador de anzuelos ,
del  hacedor de versos nacientes
de las fauces marinas
de la boca exacta del sismo
lumbre del asador de peces.
Luis Gilberto Caraballo
Poemario inédito 2015

domingo, 25 de diciembre de 2016

Rio del canto amazonico


Orinoco, déjame en tus márgenes
de aquella hora sin hora:
déjame como entonces ir desnudo,
entrar en tus tinieblas bautismales.            
Pablo Neruda

Te siento bramar,
desde el silencio
sauvage,
tratando con indolencia,
sigiloso río Norte, Sur
de polaridad precámbrica.

Canto del centro amazónico
 con tus pies de mujer virgen,
esquivan raudales.
Anclo mi ansiedad
en tus riberas blancas, morenas,
y contigo sigo
el hilo - torrente, el temple,
con el que se arriba al Tepuy.

Desierto, anclaje de solares, encantado
monolitos,
de la aborigen natura,
y sus jeroglíficas piedras.

Regresas sobre tu tez con la orquídea en el labio,
conversas con el agua blanca de lluvia.
El pavón escondido
conduce, desliza la barca
en una noche de estrellas
y  ramas ambarinas,
ocultas resquebrajan
su sombra la hondura.
Nostalgia de selva profusa:
atraviesa desde su origen,
el canto.

Voz transida, garganta de los
escondites del armadillo
el caimán;
descienden en su tonada,
a la búsqueda de su presa limpia,
en inocencia. 
Es la hora del canto salvaje-
la habitación de su tonada
se desviste
La encarna,
la mesa de madera,
de un campamento elevado
sobre la arbórea de nubes.
Entregado,
por las manos
de los hombres selváticos.

Se discierne,
     un diálogo improvisado,
el destino.
Es el cerco, el que no olvida
el delantal de aguas mestizas, la paleta
de tu sangre, dormitaba en celosía
La luna enmarca el lienzo, solemne,
palpa
sus aguas,
en la ausencia del rostro libre.

Diluye,
su emblemático enigma,
en las risas, en unos cantos;
al saber,
de la noche pausada con una brisa,
a las orillas
del Orinoco, con sus riberas
blancas morenas, azuladas
por la luna enclavadolorosa a selva.

Luis Gilberto Caraballo
Poemario inédito. El itinerario de un poeta 2015