sábado, 7 de junio de 2008

El mar distante

El mar distante
trae olas recubiertas de luces naranjas
huele a frutos, a atardeceres.
Se calma la sed, de tanto ver el horizonte agolpándose en los ojos despiertos.
Lejano,
busca el sueño del verano como un mástil hincado en el mar.
Las olas, recorren con carretes en su lomo
tras su memoria;
unos de brisa fría,
y otros que llevan un cálido abrazo
con el fuego aderezado en sus entrañas.
Es Enero en Margarita,
y no para el cielo de cegarse
de nublar, acaece una lluvia helada con su relato cinético,
que nos quita el deseo de
yacer bajo el sol.
Al rato se aviva con su luz azul, es Enero en la Isla.
Entra la tarde y aún se respira lluvia
Hay algunos silencios,
esperando
a los secretos nocturnos.
Ya,
es de noche,
y la búsqueda se copa
de luces incansables, desaparecen las nubes.
Se agita el alma entre los barcos que están a la espera,
el mar rompe incesante,
huele a frutos, y ronda la música.
Sobre los pies descubiertos en la arena húmeda
se avivan los ojos buscando el ritmo,
la noche muestra su rostro de magia.
Las perlas cantan luces blancas
en los cuellos que danzan junto al oleaje,
en Playa el Agua al son del Caribe.
La noche lleva dentro de sí,
en su abismo secreto y luminoso
un semblante ebrio;
alberga al amor encendido.

Por ello

Ese día aterrizamos
con la vida anudada en la boca
y sentimos que se nos iba la noche.
Ese era el abismo de haber tenido tanto.
Como si en un suspiro supiera que el día
había estado siempre en mi aliento.
Y que había tanto en su luz de guitarra inadvertida.
Y recordaba las voces
se reían como sonidos alegres de pájaros,
cantando un recuento de olvidos y muertes,
vagando en los trenes de la memoria.
Como si tuviera un cementerio
de canciones hermosas esperando,
a que alguien las oyera,
como si entre tanto y tanto.
Solo quedase un vacío de laberintos coralinos,
un museo intacto, el cual se visita,
o se mira con ojos balbuceantes,
como si todo ello nos fuese ajeno
cuando alguna vez decidamos, y sí es que así lo hiciéramos,
detenernos.
La tarde nos mece con el canturreo del viento,
con ese sigiloso estreñimiento de juegos y podas de caminos.
Y qué era entonces lo realmente vital en nosotros?
De tanto atisbar el tiempo,
de tanto medir los pasos
y estrechar la mente,
reducir el canal del río interno
se nos pasa,
se va delineando una historia incompleta.
En ese instante fuimos
rebosados por el aterrizaje abrupto
pude presentir que había dejado de estar,
solo habíamos pasado temporadas.
Mientras ahora,
era el tiempo nos daba cuenta,
se había fugado bajo la luna
y había nubes paseando con su flauta lúdica.
También hubo lluvia
y voces de amigos andando por los andenes de la vida.
Había en fin una parada,
para ver que aunque pasamos muchas estaciones
y se nos extravió el oleaje,
el barco permanecía navegando,
tan solo eso, entre nosotros.
Ahí estamos parados frente a nosotros viéndonos, aterrizar forzados,
con el mundo apretado en la boca
abismados,
y ahora no sé si era de ver nuestro recorrido.
Por ello,
y por más,
aún vivo.